Una investigación realizada en la Universidad de British Columbia señala que contrario a lo que se cree, la experiencia muestra que los jefes que infunden miedo son más influyentes en sus empleados.
Para llegar a la cima en el trabajo es mejor ser
temido que querido, según una investigación realizada en la Universidad de
British Columbia (UBC, por sus siglas en inglés), en Vancouver, Canadá.
El estudio que fue publicado por CNN, señala que
“la experiencia común de las personas no concuerda con lo que los
investigadores han asumido durante siglos. Cuando habla con las personas e
intenta comprender lo que los motiva a hacer las cosas en el lugar de trabajo,
a menudo dicen que su jefe es malo o agresivo, o que no es muy hábil, pero
tienen que hacer lo que les pide o habrá consecuencias”.
El punto de vista tradicional entre los psicólogos
sociales es que para ser un líder debe contribuir con el grupo, hacer
sacrificios y demostrar experiencia, explicó la autora principal del estudio,
Joey Cheng, del departamento de Psicología de la UBC. Sin embargo, la realidad a
menudo es muy diferente, señaló la investigadora.
“Queríamos saber si escuchar y obedecer podría ser
resultado de la ‘dominación’. De cuánto miedo tiene a la persona, cuánto puede
intimidar en virtud de su capacidad para decidir su destino, por ejemplo, si lo
despiden o le otorgan o no un ascenso”, recalcó.
En la primera parte del estudio, 191 estudiantes en
grupos de cuatro a seis personas participaron en un ejercicio de resolución de
problemas, mientras eran grabados en video. Posteriormente, los participantes
calificaron la influencia y liderazgo de cada uno.
En la segunda parte, otros 59 sujetos, equipados
con dispositivos de rastreo del movimiento ocular, vieron clips de video cortos
del ejercicio de resolución de problemas.
También se encontró que la influencia de una
persona no se veía afectada por cuánto les agradaba a otros, según la
investigación, que se publicará en la próxima edición de Journal of Personality
and Social Psychology.
Los individuos dominantes, como era de esperarse, no
les agradaban a los demás, pero aún así eran influyentes.
“Para que las personas lo escuchen, no es
suficiente que les agrade. También tiene que ser prestigioso (agradable, pero
también experto en algo) o puede ir hacia la dirección contraria y ser desagradable,
agresivo y suficientemente aterrador como para que los demás lo escuchen”, dice
Cheng.
Por su parte, John Baldoni, quien es presidente de
la empresa de entrenamiento ejecutivo y desarrollo del liderazgo Baldoni
Consulting y autor de La guía de bolsillo del líder, asegura que “demasiada
dominación desconecta a las personas. A nadie le gusta seguir a un autócrata, y
en un sentido extremo puede ser interpretada como bullying, o abuso laboral.
Pero los bullies muy a menudo son cobardes y meramente proyectan una dominación
que no tienen”.
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